En nuestro país son innumerables los casos y formas de violencia familiar. Puede pensarse en violencia hacia los mayores, entre esposos, hacia los niños, las mujeres, los hombres, los discapacitados, etc. Además siempre es difícil precisar un esquema representativo de lo que es familia, debido a que la violencia puede ser física o psíquica, y ocurre en todas loas clases sociales, culturas y edades.
En la práctica el maltrato tiende a habituarse, es decir se torna cotidiano sobre todo a través de conductas violentas que no son sancionadas como tales. Muchas personas que maltratan son consideradas como de mayor poder hacia quienes son considerados como de menor poder.
Cabe señalar que las personas que sufren estas situaciones suelen ocupar un lugar relativamente de mayor vulnerabilidad dentro del grupo familiar. En este sentido la violencia hacia los niños y las mujeres, reviste los mayores casos, en cambio los casos de hombres maltratados son mínimos y por lo general son hombres mayores y debilitados físicamente como económicamente respecto a sus parejas mujeres.
Por lo general quienes padecen estas situaciones tienen reticencia a denunciar lo que ocurre. Por un lado porque se mantiene una espera de un cambio de quién agrede, por otro lado se aceptan las disculpas de quién agrede, y se creen las promesas que no se lo volverá a hacer también influye el temor al prejuicio social, la dependencia económica, el miedo a represalias, la desconfianza en la justicia, etc.
Pero quizás el punto más álgido del razonamiento sobre el maltrato se evidencia en el sostenimiento del vínculo violento. En este sentido entran en consideración tanto el aplastamiento psíquico, la baja autoestima, la educación violenta, como también una consideración al suponer una relación signada de vicios y sistemas psíquicos o relacionales.
Es el estado el que debe velar por la protección de las personas involucradas, mediante acciones concretas tales como leyes y demás normativas jurídicas, y la creación de espacios educativos. Cabe destacar que la castigo por parte del estado al agresor no soluciona el problema, por lo que resulta esperable el fomento de una pronta asistencia psicológica hacia él, la, o los agresores.
La postura tradicional, que plantea que al vivir atemorizadas por represalias, los golpes, por la posible quita del sustento económico, las órdenes irracionales y los permanentes castigos, manifiestan un estado general de confusión y desorganización, llegando a sentirse ellas mismas culpables por la situación, y desconociendo así la educación patriarcal y machista que involucra a la mayor parte de las sociedades.
Hasta cuando esta sociedad dejará de realizar estas practicas que tanto daño hace principalmente a los niños, quienes desde ya se les está formando en el cerebro la idea de que eso es normal. Lo lamentable es que cuando estos niños crezcan posiblemente harán lo mismo con su familia pues esto es como una cadena un mal hereditario difícil de combatir.
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